Sueño en la enfermedad
Anónimo
Eres mi silencio y, sin embargo,
te presentaste en mi vida como un disparo;
y mi alma está herida con un hachazo,
que me dejó muerto de vida e ilusiones.
Pero he aprendido, que hay un sueño en mí,
que en mi interior sigue vibrando.
No es soñar por soñar, es por necesidad de reconocer y ser reconocido,
por palpitar y acompasar el latido en otro corazón más igual,
o más parecido al mío.
Por eso sigo impertérrito soñando: el sueño del lunes, el del martes;
soñando cada día, para empezar la semana soñando.
Mi dolor es como un espejo de amargura,
mas mi sueño es espejo y fuente de agua clara.
Por eso a la tibieza del sol, que acompasa y calienta los corazones,
encuentro almas hermanas, imperfectas pero no imposibles de alcanzar,
heridas como la mía, mas no de muerte.
Yo sé soñar, y en mi sueño encuentro dorados caminos.
Yo sé soñar para poder gozar la vida, para poder amar y ser amado, porque este es el sueño triunfal del destino.
Mi sueño es bálsamo para curar la herida que tanto duele a veces.
Mi sueño es contar almas hermanas, almas amigas.
Hassan, Avelina, Abdul, Ascen, Mihai, Diego, Raquel, Juan Carlos y alguno
más que me quedo en el tintero.
Nombres de personas que conozco y que también tienen una herida,
que no es de muerte.
De quienes aprendo a soñar y a esperar,
la tibieza del sol que cura las heridas.